Un Invierno en el Sur

El invierno en los bosques de encinas y alcornoques que cubren el sur de la península Ibérica está lejos de ser un tiempo de silencio y espera para la naturaleza salvaje. Por el contrario, vive una eclosión de vida en la que multitud de emigrantes buscando su paraíso de invierno, algunos provenientes del otro extremo del continente europeo, comparten espacio con las especies autóctonas, domésticas y salvajes, que los pueblan en un ejemplo de convivencia y sostenibilidad. De hecho, pocos lugares de Europa pueden compararse a este ecosistema en biodiversidad.
Así los cerdos ibéricos, que solo se crían en estos bosques domesticados donde también pastan rebaños de ovejas merinas y manadas de ganado bravo (otra especie íntimamente unida a este ecosistema desde su mismo origen), recorren en libertad el territorio en busca de alimento, en especial las suculentas bellotas, también ansiadas por las bandadas de grullas comunes que han llegado desde el norte de Europa para pasar el invierno. Como también lo han hecho avefrías, ánades frisos o patos cuchara, entre muchas otras aves que comparten los humedales de este ecosistema con el certero cazador que es el martín pescador o los cormoranes además de diversas especies de anfibios. Mientras, en el cielo las parejas de buitres leonados fortalecen sus lazos de pareja antes de iniciar la construcción del nido donde criarán a sus polluelos.
Un inverno en el sur es una estación donde la vida no se detiene. Un invierno en el sur es un tiempo de plenitud para la Naturaleza.